El 30 de noviembre próximo, la República Moldava Pridnestroviana, más conocida como Transnistria, eligirá a los 33 diputados de su Consejo Supremo. Sin observadores internacionales ni reconocimiento diplomático, el enclave separatista vota en un medio de un estado de emergencia, tensiones con Moldavia y una legitimidad que ni Moscú está dispuesta a reconocer.
A fines del penúltimo mes del año, el único estado europeo no reconocido por ningún miembro de las Naciones Unidas renovará por completo su parlamento. A pesar de su aislamiento, el territorio mantiene una férrea institucionalidad, con partidos, propaganda y una ciudadanía que vota como si el mundo estuviera mirando.
Sin embargo, al observar en detalle el sistema de partidos local, se observan tan solo dos: uno dominante, denominado Obnovlenie (Renovación, en español), que mantiene el control del Consejo Supremo, y el Partido Comunista Transnistrio, que no tiene diputados en la actual legislatura, y cuyo líder anterior fue detenido, liberado cuatro años después y asesinado en circunstancias confusas.
El sistema de partido dominante en Transnistria difiere del existente en otros estados como Rusia, Turquía o México durante el dominio del Partido Revolucionario Institucional. El partido Obnovlenie fue fundado por el grupo empresarial Sheriff, que posee, entre otros negocios, bancos, empresas de telecomunicaciones, estaciones de servicio, fábricas de ropa, bebidas, alimentos, un club de fútbol de nivel internacional, centros médicos, hoteles y restaurantes.
Con el monopolio o el oligopolio de una gran parte de los sectores económicos del estado no reconocido, Sheriff es el mayor contribuyente del país, y se estima que más de un tercio de todos los impuestos son pagados por la compañía en la moneda local, el Rublo Transnistrio, una divisa no reconocida que no se puede conseguir en ninguna casa de cambio del mundo, salvo las del propio territorio. Al controlar las principales empresas, pagar una parte importante del presupuesto del estado e influenciar directamente tanto a los diputados como al presidente, Sheriff podría ser así el único grupo empresarial que controla un país.
A diferencia de otros territorios con reconocimiento limitado, como Abjasia, Kosovo o Palestina, la República Moldava Pridnestroviana no cuenta con misiones de observación electoral ni con vínculos diplomáticos formales. Ningún país miembro de la ONU reconoce su soberanía, ni siquiera la Federación Rusa, que mantiene una presencia militar importantísima en ese territorio, pero evita formalizar su apoyo. Las elecciones se celebran sin padrinos geopolíticos, en un vacío institucional que refuerza la paradoja de ejercer ciudadanía sin Estado reconocido.
Desde enero de 2025, Transnistria enfrenta una crisis energética provocada por el vencimiento y no renovación de un acuerdo entre Rusia y Ucrania para el tránsito de gas a través del segundo país. En consecuencia, Transnistria dejó de recibir gas ruso (el cual no era cobrado), y la central térmica de Cuciurgan dejó de producir energía eléctrica; el territorio así entró en estado de emergencia al no contar con gas, energía eléctrica, y en algunos casos, agua corriente, especialmente en edificios altos. Moldovagaz fue designada como proveedor, pero el consumo de gas proveniente de la Unión Europea resultó en precios hasta 100% superiores.
La existencia de urnas, partidos y propaganda no garantiza pluralismo. En Transnistria, la hegemonía de Obnovlenie y el control de Sheriff configuran un ecosistema político donde la competencia es mínima, y la disidencia, peligrosa. El asesinato del presidente del Partido Comunista Transnistrio, en circunstancias aún no esclarecidas, refuerza la fragilidad institucional en un territorio que vota, pero no existe para el derecho internacional.